El Martillazo

Cuando estaba iniciando este camino en la industria creativa un profesor de la universidad nos contó una leyenda urbana la cual he vuelto a escuchar con diferentes protagonistas y escenarios.

Yo se las contaré tal cual la recibí. En la mina de La Guajira los camiones que cargan las gigantes rocas de carbón que brotan de la tierra son de tamaños descomunales. Si solo las llantas superan los 4 metros de alto, imagínense lo que puede ser una pieza de su motor. Conseguir un repuesto se convierte en una tarea de mantenimiento transatlántico que puede llegar a tardar meses.

El país estaba en crisis energética y la extracción del carbón no podía darse el lujo de detenerse. Pero el camión número 6, ese que trabajaba doble turno sacó la mano. En una reunión de emergencia en la sala de juntas del presidente de la compañía acudieron el conductor, un Wayuu de ojos rasgados, y el jefe de mantenimiento, un inglés de piel colorada. Luego de un informe de 20 diapositivas con fotografías el europeo diagnosticó: El inyector 18 requiere cambio. Justo ese, el que no estaba en el inventario y esperar el repuesto no era una solución viable. Mientras el jefe se arrancaba los pelos, el conductor les contó de un primo mecánico de Barranquilla que seguro los podría ayudar. Después de un silencio incómodo el inglés sonrió con desdén. Pero como el presidente no quería descartar ninguna posibilidad. Ordenó traer al “Juancho”, desde el barrio con más casos de éxito en creatividad e innovación industrial de Barranquilla: “El Boliche”.

Juancho llegó al siguiente día por la mañana. Frente a la mirada incrédula del anglosajón se trepó en la cabecera del camión con una mona en la mano, es decir, un martillo gigante de los que se usan en construcción. Después de pedirle a su primo que chancleteara el motor y de escuchar toser a esa máquina descomunal, se asomó al abismo y le gritó sonriendo al colorado: Gringo! No problema! Se volvió a internar en el motor y se escuchó un martillazo que retumbó en todo el socavón de la mina. El camión arrancó inmediatamente con la misma melodía sincrónica de cuando estaba nuevo.

El inglés asombrado no musitaba palabra, solo logró decir ¿cuánto se le debe? El Juancho mientras se secaba el sudor con una toalla le dijo: Son 10 millones y 100 mil pesos. El inglés sacudió la cabeza y exclamó: ¿toda es plata por un martillazo? Y el Juancho le respondió: Nooo por el martillazo fueron 100 mil, los 10 millones fueron por saber en dónde pegar el martillazo.

En el caribe colombiano somos innovadores y creativos por naturaleza, pero los que estamos en la industria, todavía nos seguimos encontrando a los que valoran en millones a los de afuera, y al gran talento local solo se le quiere pagar los 100 mil. ¡Llegó la hora de creer en nosotros, nuestro talento vale igual que el de los demás! Compañeros, no cobremos por el martillazo, cobremos por saber en dónde pegar el martillazo.

Tupananchiskama

Con ésta palabra me despidieron en una reciente visita turística a las ruinas de Machu Picchu, que en lengua Quechua significa “Hasta que nos volvamos a encontrar”. Una expresión que se ha convertido en la filosofía de una industria que le aporta más del 5% al PIB y genera aproximadamente 3 millones de empleos entre formales e informales al Perú.

El descubrimiento de la “Montaña Vieja”, traducción al castellano de Machu Picchu, se lo atribuyó un gringo de la Universidad de Yale llamado Hiram Bingham en el año 1911. Pero la verdad, esta joya Inca era ya ampliamente conocida por indígenas que habitaban la montaña, simplemente no habían tenido el interés de profanar una ciudad sagrada para sus antepasados quemándola para librarla de la maleza que la escondía y mucho menos robarse sus tesoros. Bingham quien inspiró al director Steven Spielberg para crear su personaje Indiana Jones, no era nada diferente a un “güaquero” elegante que buscaba el oro Inca y lo encontró.

Lo que para Bingham fueron meses de camino desde la ciudad de Cusco, a lomo de caballo desafiando alturas que sobrepasan los 4 mil metros. Hoy el gobierno peruano de la mano de la empresa privada, lo ha convertido en un recorrido de 4 horas en tren, con precios que inician desde los 80 dólares ida y vuelta, hasta 1000 dólares (4 millones y pico de pesos) que pagan los turistas más acomodados por disfrutar del paisaje en un vagón de lujo con vidrios panorámicos.

Todo esta bonanza de más de 3 mil turistas diarios que llegan hasta la montaña sagrada, fue a “desgracias” de un gringo que si bien robó patrimonio nacional, al mostrar su hazaña con fotografías e historias fantásticas, despertó el interés de científicos que llevaron a declarar a Machu Picchu una de las 7 maravillas del mundo moderno. Esta historia de profanación al menos los peruanos la han sabido aprovechar para mover la economía de su país atrayendo dólares que se quedan gran parte en los bolsillos de los empresarios, pero también ayuda a subsistir a miles de lugareños que venden sus artesanías a los visitantes.

Mientras disfrutaba desde la comodidad del vagón los paisajes de verdes montañas con ríos cristalinos y picos nevados. No dejaba de pensar en nuestra Ciudad Perdida de la Sierra Nevada de Santa Marta. ¿Será que nuestra “desgracia” fue que la saquearon los güaqueros criollos en vez de un connotado “Indiana Jones”?. Nuestras joyas arqueológicas nada tienen que envidiarle a las de Perú, pero mientras no invirtamos en un turismo sostenible y respetuoso de nuestra cultura ancestral, seguiremos a lomo de caballo sin conocer, sin mostrar, sin vender.

La tristemente burlada “Ley de Pagos en Plazos Justos”

Pedro tiene un negocio el cual hace unos años emprendió con mucho esfuerzo invirtiendo la liquidación de su anterior trabajo, las cesantías y hasta el último centavo de sus ahorros. Con ese dinero operó su primer negocio. Tuvo la fortuna de conseguir un cliente de esos que llaman “gran empresa”, de los que uno creería que nunca lo dejarían “en el aire”.

Celebró un gran contrato el cual se demoró 25 días ejecutando para lo cual tuvo que invertir todo el dinero que tenía. Al final de la ejecución, al presentar la factura tuvo que esperar un par de semanas más para que alguien detrás de un escritorio se dignara a firmar un recibo a satisfacción (número de entrada le llaman algunos). Finalmente, habiendo podido radicar la factura, se tuvo que resignar a un plazo de pago de 90 días. Mientras, Pedro tuvo que cumplir con la obligación de pagarle a la DIAN el IVA de una factura de la cual aún no ha visto ni un solo peso.

En resumen, Pedro tuvo que esperar unos 4 meses y medio desde que le pagó a sus proveedores para recuperar su inversión y disfrutar de una utilidad que ya se gastó a punta de préstamos honerosos para cubrir sus obligaciones, pero sobretodo para poder pagarle a sus empleados, el arriendo, los servicios de agua, gas y “la luz”.

Esta historia con algo de invento y mucha verdad. Es la realidad de las micros, pequeñas y medianas empresas que según el DANE son el 90% del total de las compañías del país. Generan más del 80% del empleo y aportan el 40% del Producto Interno Bruto nacional.

No hay que ser un gran financiero para entender quiénes son los que más ganan y el que más sufre en esta cadena.

Las “grandes empresas”que tienen el descaro de pagar a plazos “quiebra-pata” y los bancos que ganan con los intereses de los préstamos parecieran tener una alianza maquiavélica para desangrar al aparato generador de empleo más importante de Colombia.

En nuestra región tenemos grandes empresas responsables y conscientes de la importancia de pagarle a sus proveedores en plazos justos, pero también es verdad que hay una que otra que tiene a muchos como Pedro, con el agua al cuello.

Para mejorar este desbarajuste el gobierno nacional ordenó que desde el 1 de enero de 2022 se cumpla la “Ley 2024 de 2020 de Pago a Plazos Justos”. La cual “obliga” a las grandes empresas a pagarle a las pequeñas y medianas en un plazo no mayor a los 45 días.

¡Qué bien, demandemos! diría el cuñado-abogado de Pedro. Pero Pedro sabe que si demanda a la gran empresa, difícilmente lo volverán a contratar.

La triste moraleja de esta historia es que Pedro no tiene otra que aguantarse el brinco, seguir haciendo malabares al borde de un abismo financiero para continuar con el sueño de su empresa y seguir generando empleo.

Y eso que Pedro todavía no ha leído la reforma laboral.

¿Más iniciativas o más acabativas?

Cuando era un estudiante mucho hablábamos de tener iniciativas para transformar nuestro mundo en un lugar mejor. Pero un día me rebelé. Me aburrí de tanto humo. Está bien soñar y dejar volar la imaginación, pero más importante aún es saber aterrizar. Hay tantos pensadores por ahí que se creen superiores pero lo único que tienen en su cabeza son utopías. Para transformar el mundo se necesitan iniciativas pero que tengan acabativas.

«Quiero que me diseñes una marca con un nombre atractivo y que el logo se vea bonito»

Ah… ok. ¡Vaya Brief el que hemos recibido!.

Si quieres tener una marca que realmente sea funcional para tu producto o servicio necesitaremos conocer un poco (bastante) más para lograrla.

En Agencia Pópuli creamos marcas después de estudiar el ADN de tu servicio, analizar tus clientes potenciales, conocer la competencia, revisar tendencias. Y después de mucha investigación, interpretación de datos, muchos, muchos comités creativos llegaremos a un nombre que sea fácil de pronunciar, corto, y por supuesto, único al buscarlo en redes y registros de marcas. Después, solo después, empezaremos a pintarla, para darle la magia de la forma y el color, para que resuenen solo con mirarla. Por eso no es solo que sea bonita y atractiva, hay más, mucho más.

Las agencias de las 3 consonantes y nosotros los independientes

Cuando comencé mi trasegar de la producción cinematográfica a la publicitaria todavía existía la idea de que las verdaderas agencias publicitarias eran solo aquellas cuyo nombre tienen tres o cuatro consonantes adosadas a apellidos impronunciables para el español. En aquel entonces era un cineasta influenciado por el Dogma 95 de Lars y Thomas. Del cine de 8 mm disparado con cámaras de mano. Del hacer películas en MiniDV mezclando la realidad y la ficción en historias que rompían los paradigmas de lo que alguna vez fueron géneros y formatos inquebrantables. No sé si lo hacíamos por rebeldía de auto llamarnos los nuevos contadores de historias o de cineastas del tercer mundo sin un peso en el bolsillo. La realidad es que esto, más la democratización de la tecnología audiovisual, terminaron por transformar la industria del cine. Y lo mismo le pasó, afortunadamente para los creativos independientes como yo, al mercado publicitario.

Cada vez es más común encontrarse en los grandes festivales agencias que al igual que en nuestra juventud cuando nos atrevimos a romper esquemas en el cine, la están rompiendo con una creatividad colosal que logra cristalizarse en proyectos con alcances envidiables para las centrales de medios. Gracias a los fenómenos de viralización en las comunidades digitales, logramos campañas con un ROI que ningún planner de corbata hubiese podido pronosticar.

En Colombia si bien las agencias de consonantes todavía dominan los grandes presupuestos, habemos aquellos osados que nos atrevimos a soñar. Los medianos y algunos grandes anunciantes ya están viendo en nosotros los independientes, talentos que se atreven a romper esquemas y pensar diferente. Con respuestas más rápidas, atención personalizada y aunque cueste admitirlo, costos más bajos.

Lo más positivo, es el aporte al crecimiento de una industria que emplea principalmente recién egresados. Alrededor de 18.000 jóvenes entre técnicos, tecnólogos, profesionales de pregrado en diseño, producción audiovisual, periodismo, publicidad y mercadeo digital comienzan su carrera en estas agencias. El mercado se ha dinamizado y el gran reto es poder garantizar un empleo de calidad, bien remunerado y que se les presente a estos jóvenes alternativas atractivas para el crecimiento profesional.

También es justo admitir que algunos colegas, con el afán de conseguir cuentas han desestabilizado el mercado de precios. Y algunos anunciantes 😉 pescan en río revuelto estableciendo sus propias condiciones de contratación destacándose en los plazos de pago “quiebra empresas” y en ponerle su propio valor a las ideas.

Pero para intentar definir unas reglas justas ante el ahogo de varias agencias y del mercado publicitario en general, llegó como una bocanada de aire fresco “UNEMEC” (Unión Nacional de Empresas de Marketing Estratégico y Comunicaciones).Un gremio que está logrando unir a las agencias independientes junto a las de las consonantes bajo un mismo propósito. Contar con una robusta vocería que represente de manera integral e incluyente a todas las empresas de la industria.

Porque se requieren diálogos y apoyos por parte de los anunciantes con condiciones mas favorables para todos, con mayor transparencia en procesos de licitaciones y por supuesto pagos justos, no solo en plazos sino en la remuneración de las ideas. Para así poder retener el talento, apoyar a la academia y cultivar una mejor creatividad fundamentada en procesos de innovación de la mano de los avances tecnológicos.

UNEMEC es una oportunidad para los que tenemos todas las ganas de crecer, y de apoyo colaborativo para las agencias de las consonantes que entendieron que nosotros más que una amenaza, somos una oportunidad para retarse y apoyarse colaborativamente y así juntos, seguir desarrollando el mercado de la publicidad colombiana.