Políticamente incorrecta: “Los que roban pero hacen”.

Una cuento falso muy parecido a la realidad.

Ella es hija del carnaval, se acerca su cumpleaños y acaba de llegar de Paris en un viaje furtivo con su “close friend” con quien paseó por las mejores tiendas para comprar su vestido de compromiso. Es experta en moda, música moderna y Tik Tok. Su sueño es ser influencer de “Life Style”, usar vestidos de diseñador y combinarlos con coreografías “Trending” para ganar seguidores en sus cuentas de redes sociales.

Tiene un apellido de los más rimbombantes de la comarca. Y aunque lo tiene todo para hacer realidad sus aspiraciones sociales y digitales. Su linaje político la obliga a estudiar una carrera “de verdad” para que pueda continuar con el legado de abu y papi.

Desde que tiene uso de razón conoce las injusticias de una sociedad que se divide entre los que tienen carro y los que cogen bus. Se define como una buena persona de alma caritativa, porque desde muy pequeña aprendió a desprenderse de sus muñecas viejas para regalárselas a la hija de Marelbis, su nana.

Es emprendedora. Una vez vio por internet cómo se podía hacer “granola fit” en casa y luego de tener varias horas a Marelbis moliendo granos logró una combinación de cereales y frutos secos que sus “amis” amaron. Ahora Marelbis después de atender a la familia se trasnocha horneando los cereales para que al día siguiente el chofer de la casa pueda hacer los repartos de sus fieles clientas, las amigas de las amigas.

Gracias a su educación bilingüe en el colegio y las charlas políticas de los domingos en casa desarrolló el pensamiento crítico que será el cimiento de su promisoria carrera. Aprendió a diferenciar entre los izquierdosos vagos que quieren todo regalado y los empresarios que generan riqueza para un país con más gente de bien.

En las elecciones pasadas ejerció por primera vez su derecho ciudadano de votar. Fue con papá y abu al puesto en donde se inscribieron, vistió el “outfit” democrático, el que combina blusa blanca, jeans bota ancha, tennis y gafas oscuras. Después de mostrar su cédula, recibir el tarjetón, ubicar el partido y rayar el número que le instruyeron. Sacó su celular y se hizo una selfie desde arriba, mostrando el tarjetón y haciendo la señal de victoria con sus dedos.

En la tarde, cuando la registraduría ya anunciaba que el candidato de su preferencia volvía a quedar, mientras tomaba un helado vegano en una cafetería de la ciudad, la escuché celebrar con la más normal, sincera y triste reflexión ciudadana. “Roba pero hace”.