Tupananchiskama

Con ésta palabra me despidieron en una reciente visita turística a las ruinas de Machu Picchu, que en lengua Quechua significa “Hasta que nos volvamos a encontrar”. Una expresión que se ha convertido en la filosofía de una industria que le aporta más del 5% al PIB y genera aproximadamente 3 millones de empleos entre formales e informales al Perú.

El descubrimiento de la “Montaña Vieja”, traducción al castellano de Machu Picchu, se lo atribuyó un gringo de la Universidad de Yale llamado Hiram Bingham en el año 1911. Pero la verdad, esta joya Inca era ya ampliamente conocida por indígenas que habitaban la montaña, simplemente no habían tenido el interés de profanar una ciudad sagrada para sus antepasados quemándola para librarla de la maleza que la escondía y mucho menos robarse sus tesoros. Bingham quien inspiró al director Steven Spielberg para crear su personaje Indiana Jones, no era nada diferente a un “güaquero” elegante que buscaba el oro Inca y lo encontró.

Lo que para Bingham fueron meses de camino desde la ciudad de Cusco, a lomo de caballo desafiando alturas que sobrepasan los 4 mil metros. Hoy el gobierno peruano de la mano de la empresa privada, lo ha convertido en un recorrido de 4 horas en tren, con precios que inician desde los 80 dólares ida y vuelta, hasta 1000 dólares (4 millones y pico de pesos) que pagan los turistas más acomodados por disfrutar del paisaje en un vagón de lujo con vidrios panorámicos.

Todo esta bonanza de más de 3 mil turistas diarios que llegan hasta la montaña sagrada, fue a “desgracias” de un gringo que si bien robó patrimonio nacional, al mostrar su hazaña con fotografías e historias fantásticas, despertó el interés de científicos que llevaron a declarar a Machu Picchu una de las 7 maravillas del mundo moderno. Esta historia de profanación al menos los peruanos la han sabido aprovechar para mover la economía de su país atrayendo dólares que se quedan gran parte en los bolsillos de los empresarios, pero también ayuda a subsistir a miles de lugareños que venden sus artesanías a los visitantes.

Mientras disfrutaba desde la comodidad del vagón los paisajes de verdes montañas con ríos cristalinos y picos nevados. No dejaba de pensar en nuestra Ciudad Perdida de la Sierra Nevada de Santa Marta. ¿Será que nuestra “desgracia” fue que la saquearon los güaqueros criollos en vez de un connotado “Indiana Jones”?. Nuestras joyas arqueológicas nada tienen que envidiarle a las de Perú, pero mientras no invirtamos en un turismo sostenible y respetuoso de nuestra cultura ancestral, seguiremos a lomo de caballo sin conocer, sin mostrar, sin vender.

Cuando el río suena, “Arena” lleva…

Entre tantas leyendas del Río Magdalena, la que más me resuena en estos días es la creencia popular de que el río habla, solo hay que saberlo escuchar.

Hoy me pregunto si quizás a los organizadores del mega-proyecto “Arena del Río” les faltó saber escuchar una ciudad que acababa de inaugurar “Puerta de Oro”. Que tuvo que comenzar operaciones sin tener el edificio listo y lucha para lograr punto de equilibrio. Incluso recurriendo a alquilar el lote de la segunda etapa que ya debería estar construida, como  parqueadero a cielo abierto y “arena” improvisada para conciertos.

Cuando hablaban de atraer visitantes, tal vez no supieron escuchar el crujido de las viejas bandas que transportan el equipaje de los turistas en un aeropuerto maquillado, de paredes falsas y túneles de pasajeros hechos con andamios en etapa de construcción temporal, que ya parece permanente.

Cuando hablaban de Industrias Creativas, tal vez no escucharon las súplicas de las asociaciones culturales que imploran ayuda para sostener sus presentaciones artísticas, tratando de venderle boletas a un público que entiende por evento cultural, un concierto musical con venta de licor.

Cuando hablaban de múltiples deportes, tal vez no escucharon el silencio en las tribunas de los polideportivos con grandes deportistas que se esfuerzan para entrenar y para comer, viendo que el único deporte que llena estadios es el fútbol y a veces el basquet.

Cuando hablaron de 4 puertos para cruceros, tal vez no escucharon el ruido de los barcos que a cada rato inhabilitan el transporte fluvial, encayándose en bancos de sedimentos que no se dragan adecuadamente.

Porque cuando hablaban de una “arena” multipropósito con una tribuna que se convierte en pantalla, un gramado retráctil que se guarda bajo tierra, super tarimas tecnológicas, estudios de cine y de hoteles cinco estrellas adosados al gran edificio. Tal vez lo hicieron con un admirable volumen de pasión, tan fuerte que no los dejó escuchar.

Uno de los socios más visibles del proyecto es Edgar Rentería y me duele mucho cómo debe estar sintiéndose. Él, que es de pocas palabras, con “Arena del Río” las soltó todas lleno de entusiasmo. Porque nadie mejor que él, quien creció cerca al río, puede hablar sobre soñar en grande. Pero en esta ocasión para Edgar no fue un hit, fue un strike. Espero que no renuncie a seguir queriendo darle lo mejor a la ciudad. Porque más allá de la coyuntura económica, las altas tasas de interés, la devaluación del peso y el aumento de la inflación.  Tal vez, este sueño necesita ser aterrizado porque estaba tan alto que era inalcanzable.

Políticamente incorrecta: “Los que roban pero hacen”.

Una cuento falso muy parecido a la realidad.

Ella es hija del carnaval, se acerca su cumpleaños y acaba de llegar de Paris en un viaje furtivo con su “close friend” con quien paseó por las mejores tiendas para comprar su vestido de compromiso. Es experta en moda, música moderna y Tik Tok. Su sueño es ser influencer de “Life Style”, usar vestidos de diseñador y combinarlos con coreografías “Trending” para ganar seguidores en sus cuentas de redes sociales.

Tiene un apellido de los más rimbombantes de la comarca. Y aunque lo tiene todo para hacer realidad sus aspiraciones sociales y digitales. Su linaje político la obliga a estudiar una carrera “de verdad” para que pueda continuar con el legado de abu y papi.

Desde que tiene uso de razón conoce las injusticias de una sociedad que se divide entre los que tienen carro y los que cogen bus. Se define como una buena persona de alma caritativa, porque desde muy pequeña aprendió a desprenderse de sus muñecas viejas para regalárselas a la hija de Marelbis, su nana.

Es emprendedora. Una vez vio por internet cómo se podía hacer “granola fit” en casa y luego de tener varias horas a Marelbis moliendo granos logró una combinación de cereales y frutos secos que sus “amis” amaron. Ahora Marelbis después de atender a la familia se trasnocha horneando los cereales para que al día siguiente el chofer de la casa pueda hacer los repartos de sus fieles clientas, las amigas de las amigas.

Gracias a su educación bilingüe en el colegio y las charlas políticas de los domingos en casa desarrolló el pensamiento crítico que será el cimiento de su promisoria carrera. Aprendió a diferenciar entre los izquierdosos vagos que quieren todo regalado y los empresarios que generan riqueza para un país con más gente de bien.

En las elecciones pasadas ejerció por primera vez su derecho ciudadano de votar. Fue con papá y abu al puesto en donde se inscribieron, vistió el “outfit” democrático, el que combina blusa blanca, jeans bota ancha, tennis y gafas oscuras. Después de mostrar su cédula, recibir el tarjetón, ubicar el partido y rayar el número que le instruyeron. Sacó su celular y se hizo una selfie desde arriba, mostrando el tarjetón y haciendo la señal de victoria con sus dedos.

En la tarde, cuando la registraduría ya anunciaba que el candidato de su preferencia volvía a quedar, mientras tomaba un helado vegano en una cafetería de la ciudad, la escuché celebrar con la más normal, sincera y triste reflexión ciudadana. “Roba pero hace”.

La tristemente burlada “Ley de Pagos en Plazos Justos”

Pedro tiene un negocio el cual hace unos años emprendió con mucho esfuerzo invirtiendo la liquidación de su anterior trabajo, las cesantías y hasta el último centavo de sus ahorros. Con ese dinero operó su primer negocio. Tuvo la fortuna de conseguir un cliente de esos que llaman “gran empresa”, de los que uno creería que nunca lo dejarían “en el aire”.

Celebró un gran contrato el cual se demoró 25 días ejecutando para lo cual tuvo que invertir todo el dinero que tenía. Al final de la ejecución, al presentar la factura tuvo que esperar un par de semanas más para que alguien detrás de un escritorio se dignara a firmar un recibo a satisfacción (número de entrada le llaman algunos). Finalmente, habiendo podido radicar la factura, se tuvo que resignar a un plazo de pago de 90 días. Mientras, Pedro tuvo que cumplir con la obligación de pagarle a la DIAN el IVA de una factura de la cual aún no ha visto ni un solo peso.

En resumen, Pedro tuvo que esperar unos 4 meses y medio desde que le pagó a sus proveedores para recuperar su inversión y disfrutar de una utilidad que ya se gastó a punta de préstamos honerosos para cubrir sus obligaciones, pero sobretodo para poder pagarle a sus empleados, el arriendo, los servicios de agua, gas y “la luz”.

Esta historia con algo de invento y mucha verdad. Es la realidad de las micros, pequeñas y medianas empresas que según el DANE son el 90% del total de las compañías del país. Generan más del 80% del empleo y aportan el 40% del Producto Interno Bruto nacional.

No hay que ser un gran financiero para entender quiénes son los que más ganan y el que más sufre en esta cadena.

Las “grandes empresas”que tienen el descaro de pagar a plazos “quiebra-pata” y los bancos que ganan con los intereses de los préstamos parecieran tener una alianza maquiavélica para desangrar al aparato generador de empleo más importante de Colombia.

En nuestra región tenemos grandes empresas responsables y conscientes de la importancia de pagarle a sus proveedores en plazos justos, pero también es verdad que hay una que otra que tiene a muchos como Pedro, con el agua al cuello.

Para mejorar este desbarajuste el gobierno nacional ordenó que desde el 1 de enero de 2022 se cumpla la “Ley 2024 de 2020 de Pago a Plazos Justos”. La cual “obliga” a las grandes empresas a pagarle a las pequeñas y medianas en un plazo no mayor a los 45 días.

¡Qué bien, demandemos! diría el cuñado-abogado de Pedro. Pero Pedro sabe que si demanda a la gran empresa, difícilmente lo volverán a contratar.

La triste moraleja de esta historia es que Pedro no tiene otra que aguantarse el brinco, seguir haciendo malabares al borde de un abismo financiero para continuar con el sueño de su empresa y seguir generando empleo.

Y eso que Pedro todavía no ha leído la reforma laboral.

Marketing Juá Juá

La historia de Carolina

En mi juventud ahorré todo lo que pude para comprar mi primer carro, no tenía historial crediticio así que ningún banco me prestaba. Lo que podía comprar tenía que ser de contado. Busqué cientos de opciones en los clasificados hasta que llegó a mi “Carolina”. Así llamé a mi primer carrito, un Chevrolet Sprint verde moscón, con 10 años de uso.
Lo llamé así porque como no le servía la bocina, el anterior dueño le conectó la alarma como pito. Sonaba como la línea de buses de “La Carolina” que en esa época atormentaban las calles haciendo sonar su “wiyu!wiyu!!”

Fue amor a primera vista, su latonería recién encerada brillaba junto a las llantas embadurnadas de silicona.
Por dentro olía a nuevo, por un momento me ilusioné imaginando que el carro todavía se sentía recién salido del concesionario, pero rápidamente noté que tenía tapetes de caucho recién comprados.

No lo pensé dos veces, le entregué al vendedor un sobre de manila con un manojo de billetes sudados, metafóricamente de tanto trabajo que me costaron y realmente de traerlos entre mis manos apretadas y nerviosas mientras iba en el bus hasta el punto de encuentro.

Como toda relación al principio le perdoné todos los defectos, incluso, me causaban gracia.

Pero cuando el olor a nuevo del tapete se esfumó con el olor a aceite quemado, las llantas se opacaron con el primer aguacero, ese mismo que mojó mi cabeza con las goteras que caían del techo y empapó mis piés inundando el suelo. Comencé a preocuparme por mi “Carolina”.

Cuando tuve que empujarla para que iniciara la marcha, mi mejor amigo me sugirió que ya era hora de que la llevara a revisar.

Resignado la llevé al mecánico. Apenas le conté lo que le pasaba, este desconocido para Carolina hizo lo que nunca me atreví a hacerle. Impúdicamente mientras yo solo podía mirar indignado, le levantó el tapete negro como un adolescente que le levanta la falda a una quinceañera.

Y vaya sorpresa la que guardaba Carolina en su intimidad. Lo que yo pensaba que aún podía tener vestigios de concesionario no era más que un latón viejo, lleno de óxido que además de un tétano, podría haberme causado caer literalmente de nalgas al suelo en el camino.

El especialista me miró y con con una sonrisa sórdida decretó: “Te jodieron, a este carro lo que le hicieron fue un ¡Juá Juá!”

Lo mismo pasa en el marketing, si una marca intenta hacer una venta solo basado en una estrategia publicitaria reluciente, pero no se preocupa por tener un buen producto. Más temprano que tarde el comprador descubrirá la realidad y no solo dejará de comprar, sino que se convertirá en un “hater” provocando un voz a voz destructivo que no habrá “¡Juá Juá!” que lo salve.

Universitarios en peligro de extinción

Todavía recuerdo cuando una compañera de universidad quien hoy es una gran profesional de la comunicación, en aquel entonces lloraba desconsolada porque había reprobado el examen final de revelado fotográfico. Sus intenciones de pasar el semestre parecían frustrarse por no lograr mezclar adecuadamente unos químicos bajo una luz roja del laboratorio de la universidad. Mientras tanto, del otro lado del mundo los medios de comunicación ya utilizaban las novedosas cámaras digitales.

Todos sabíamos lo que se venía, pero la universidad insistía en calificar y reprobar a un estudiante por no lograr una alquimia fotográfica que para nada le iba a servir en su futuro profesional.

Algo parecido está sucediendo hoy en las aulas universitarias. Los estudiantes y profesores se preguntan la necesidad de cursar materias que les exigen aprender a hacer procesos repetitivos, computar datos para sacar probabilidades, pintar gráficas tediosas, redactar informes y hacer cálculos matemáticos larguísimos que toman tiempo y sacan canas. Cuando podrían lograr un resultado más certero con una sola petición hablada a la Inteligencia Artificial.

El reto para la formación de los actuales y futuros universitarios comienza por entender que las reglas del juego cambiaron. Por ejemplo para los profesores, tal como está planteado el actual sistema académico, les será prácticamente imposible verificar si un estudiante cumplió con una tarea utilizando su conocimiento adquirido o utilizó una IA para hacer trampa. Mientras muchos representantes de la academia centran su discurso en encontrar la forma de detectar y prohibir el uso de la IA en el aula universitaria. En un futuro cercano, no usar las IA, será tan anacrónico como pedirle hoy a un estudiante de ingeniería que no use la calculadora.

Ahora más que nunca se necesita replantear la manera de enseñar, en donde debe primar una formación con un enfoque humanista en todas las áreas del conocimiento. La capacidad de saber si un estudiante aprende correctamente ya no será el resultado de la calificación de un examen. El estudiante deberá ser formado menos en hacer y más en pensar, sustentado en valores éticos que le permitan entender que las IA llegaron para potenciar el pensamiento y no para reemplazarlo.

Las universidades están llamadas a transformar su pénsum académico. Hay carreras que hoy se enseñan que están destinadas a desaparecer si no se reorienta su enfoque profesional.  Por ejemplo, se habla de una nueva carrera que será la dominante en un futuro cercano, la “Ingeniería de Peticiones”, que es algo así como aprender a pensar las peticiones correctas a las IA para obtener los resultados adecuados.

Ser conscientes, responsables y honestos nunca había sido tan importante para profesores y estudiantes. Porque los que están utilizando la IA no para potenciar su forma de pensar, sino para ganar un examen o reemplazar un trabajo, se están engañando a si mismos y seguramente son universitarios que están cursando carreras en peligro de extinción.

¿Más iniciativas o más acabativas?

Cuando era un estudiante mucho hablábamos de tener iniciativas para transformar nuestro mundo en un lugar mejor. Pero un día me rebelé. Me aburrí de tanto humo. Está bien soñar y dejar volar la imaginación, pero más importante aún es saber aterrizar. Hay tantos pensadores por ahí que se creen superiores pero lo único que tienen en su cabeza son utopías. Para transformar el mundo se necesitan iniciativas pero que tengan acabativas.

Sexo en el Metaverso

Esta semana discutía con una compañera de aventuras creativas sobre las experiencias del metaverso y me recordaba una escena de la película futurista “El Demoledor”, estrenada en 1993, donde en un supuesto año 2032 la protagonista (Sandra Bullock) invita a un viajero en el tiempo (Silvester Stallone) a tener sexo. Éste, emocionado salta al sofá, alista su virilidad y vaya sorpresa cuando su pretendiente le entrega un casco que le lleva a la mente imágenes virtuales de su supuesto intercambio sexual. Como es evidente para cualquier amante de 1993 (y del 2023), rechazó el casco argumentando que no concebía una relación sexual sin poder besarla, tocarla, y por supuesto, de aquello también. El personaje de Bullock salta despavorido como si en el futuro poder sentir la cercanía de un cuerpo a otro fuera asquerosamente inconcebible. Así leían el futuro hace 30 años. Hoy en día, los avances en las tecnologías de sensores hápticos y los desarrollos del metaverso parecieran estar cada vez más cerca de poder brindar este tipo de experiencias. La industria del porno ya está en etapa de pruebas de dispositivos que estimulan las partes nobles, que acompañados de un casco de realidad virtual, pueden controlar a su avatar mientras se revuelcan con otro en un catre imaginario.

Muchos futurólogos aseguran que en muy pocos años ésta será la forma más común de tener relaciones sexuales.  En principio argumentan considerables razones de salud pública, pero también porque quieren venderse como conferencistas pitonisos de la era digital. Después de leer varios artículos, recuerdo que estos mismos futurólogos fueron los que nos aterrorizaron diciéndonos que nunca más dejaríamos el tapabocas, que los eventos masivos presenciales iban a desaparecer y que la industria del turismo iba a quebrar. Ojalá pudiese viajar al pasado y en mitad de sus millonarias conferencias, mostrarles un par de fotos de los carnavales de Barranquilla 2023. Quizás le hubiese ahorrado a la humanidad incontables suicidios por causa de depresión.

Es verdad que el mundo cambió, la pandemia nos volvió híbridos, nos enseñó una nueva forma de interactuar, trabajar y entretenernos. Pero somos seres sociales que necesitamos interactuar frente a frente, y en la pareja tocarnos, abrazarnos, besarnos y de aquello también, para simplemente tener una razón para vivir.

Seguramente vendrán nuevos desafíos, pero sabremos encontrar la manera de seguir siendo humanos. El metaverso y el sexo virtual serán un gran negocio de entretenimiento. Pero nunca existirá aparato que suplante la sublime experiencia de sentir que uno está dentro del otro, intercambiando mucho más que “unos y ceros”.

La trampa de la DATA

En Agencia Pópuli conocemos a varios que pagan montones de dinero para tener acceso a la DATA y creen que con eso ya tienen el cielo comprado. Qué mal están…

Para ponerles un ejemplo, las empresas que proporcionan DATA son como los radiólogos, quienes hacen un examen con tecnologías de avanzada y ayudados por una máquina dan un diagnóstico certero.

¡¡Vaya que bien!! ¡Pero el diagnóstico no cura la enfermedad!

Para eso necesitas a un médico especialista que haga la correcta interpretación de ese diagnóstico, que incluso sea capaz de detectar algún error de parametrización de la máquina que emitió el resultado. Que, conociendo la historia médica, cotejándola con el estado emocional y apoyándose en un análisis clínico del paciente. Receta un tratamiento efectivo para curar la enfermedad.

En Agencia Pópuli valoramos e interpretamos los diagnósticos que nos entrega la DATA, pero siempre los cotejamos con esa clínica del paciente para crear la estrategia más apropiada para darle solución a los retos de comunicaciones y marketing.

Por eso ¡ojo con la DATA!, es solo un diagnóstico, no es el tratamiento.

¡No caigas en la trampa!

¡Con calidad! hasta para cagarla hay que tener calidad

Esta frase explícita se la aprendí a mi papá, al principio no la entendía, pero cuando empecé a cagarla lo comprendí todo.

En este negocio con tantas aristas, dependemos de proveedores externos, de las condiciones del mercado, del estado de ánimo de la gente, de la realidad nacional y hasta del clima. Con tantas variables uno nunca está exento de tomar una decisión equivocada y cagarla de vez en cuando.Pero cuando uno está convencido de que lo que está haciendo, lo está haciendo con «calidad», la cagada no será tan cagada y seguramente tendrás una forma de reparar el error dignamente.